No existe el azar. Nada es esencialmente fortuito. No existe la casualidad, ni en el más mínimo e insignificante de nuestros actos.
Fue nuestra filosofía, nuestro sistema cotidiano de pensamiento, el que nos hizo creer que, partidos para siempre entre un sujeto y un objeto, nuestra realidad puede estar signada por el caos, lo incoherente, la falta de un fin último. Es cierto que cuando pensamos en los términos que la percepción nos ofrece, cuando el objeto es un objeto que yo, como sujeto, lo percibo desde un exterior, las posibilidades (y sus acercamientos) pueden ser infinitas, como las matemáticas, o el diámetro del universo.
Pero cuando llegamos a ser concientes que todo lo que existe forma parte de una enorme y vasta Unidad, que Dios está en el más ínfimo cabello, así como también en el comportamiento laborioso de las hormigas, o en las curvas de una rueda, o en los colmillos de un murciélago, cuando somos concientes de que todo es parte de la Una y Misma Cosa, entonces tal disociación que produce nuestra percepción, el ser testigos de una realidad injusta, aleatoria y criminal, se vuelve lo mismo que nada, polvo, cenizas en el viento. Maya y su maravilloso velo.
El caos fantasmagórico de imágenes que nos asaltan a diario con una vertiginosidad ilimitada, no es más que eso; un tren fantasma, que corre con velocidad, y que intenta arrastrarnos hacia su ilusión.
Cuando somos concientes de nuestro origen, ningún sistema de representación puede afectarnos.
Todo es
Karma y
Samsara en el reino de lo ilusorio, suelen sostener hindúes y budistas. Pensar la totalidad en estos términos depara un grado enorme de felicidad, porque la realidad no depende ya de ningún factor externo, sino tan sólo de nosotros, de los actos que cometemos a favor o en detrimento de la misma Unidad. En este Uno se reunen toda plenitud, todo gozo y toda realización espiritual.
Tat Tvam Asi (Tú Eres Eso), manifiesta en tres palabras la Verdad del no-dualismo
Advaita Vedanta, esto es: que nada existe fuera de nosotros (
Atman), y que nosotros no somos otra cosa que un fragmento de lo Absoluto (
Brahmán). Lejos de esta Unidad todo es mentira. Todas las posiblidades no remiten sino a una sola: ya no hay
ni buscador ni buscado.
Estamos destinados a la dicha de la Unidad, y
todo el resto -como Valéry escribió alguna vez-
es literatura.
"Rico soy, he hecho lo que debe de ser hecho, libre soy de la garra del dolorido mundo. Mi propio ser es bienaventuranza imperecedera, estoy lleno de todo, por el favor del Yo.
Liberado soy, no tengo forma, no tengo distinción, no pueden ya más quebrarme; en perfecta paz estoy, e interminable; soy inmaculado, inmemorial.
No soy ni el que hace ni el que goza; no son míos ni el cambio ni la acción. Soy por naturaleza puro despertar. Soy el Solitario Uno, augusto para siempre.
Estoy apartado del yo personal que ve, oye, habla, actúa y goza; imperecedero, en lo más íntimo, sin acción; el ilimitado, sin ataduras, perfecto Yo despierto.
No soy ni esto ni aquello; soy hasta aquél que ilumina a ambos, el supremo, el puro; para mí no hay ni interior ni exterior, pues soy el perfecto, el Eterno sin segundo.
La realidad inigualada, sin principio, está lejos del pensamiento del yo y tú, de esto y aquello; soy la esencia una de la bienaventuranza imperecedera, el Eterno real, sin segundo.
Soy el Creador, soy el que pone fin al infierno, el que pone fin a las cosas que son viejas; soy el Espíritu, soy el Señor; soy el despertar sin partes, el testigo sin fin; para mí ya no hay más ningún Señor, ni yo ni mío."
Adi Sankara,
Viveka Suda Mani